martes, 26 de enero de 2010

No se engaña a nadie sin su complicidad, activa o pasiva.


Por dos conductos distintos llegado a mi correo el artículo de Gregorio Peces-Barba “Sobre laicidad y laicismo” publicado en El País con fecha 9.9.2007 (lo posteo al pie, para quienes no lo hayan leído). En uno, la amiga que me lo enviaba adjuntó esta nota:

¿Sabes lo malo? Que los que leen la Razón o escuchan la Cope no van a leer esto, eso es lo que más me duele, que tiene más razón que nadie, que lo escribe muy bien, quizás un poco elitista para mi gusto, pero muy bien, pero... solo lo van a leer los que ya estamos convencidos de ello. ¿No es triste?

Es más que triste, pero es así. Nadie o casi nadie acepta oír o leer algo distinto de lo que tiene en la mente, pues quien más quien menos lo que quiere es afianzarse en sus seguridades. Por tanto, con ser mucha la responsabilidad de esos medios ultraderechistas, la responsabilidad primera radica en la estructuración de la mente de quienes los eligen como informativos.

Con todo lo que se ha escrito y se ha dicho sobre esa nueva asignatura que pretende introducir algunos puntos de reflexión en la educación básica, todavía hay quien sigue creyendo que es un peligro social inventado por perversas mentes para cerrarle el paso a la doctrina católica ya desde la escuela. Y del mismo modo, con todo lo evidente que resulta la inaceptable conducta de la ICR todavía hay miles de buenas gentes que le dan soporte. Es decir, que no solamente creen lo que ella dice saber por revelación divina, que para los tiempos que corremos ya es creer, sino que están incondicionalmente al lado de sus representantes en todas sus tropelías políticas, entre ellas esta férrea oposición a esa “temible” asignatura, algo verdaderamente difícil de entender en personas con capacidad de discernir entre el bien y el mal.

Cierto que copes y catecismos mienten alevosamente dando noticias unos y impartiendo otros una doctrina que dicen estar fundamentada en la revelación del mismísimo Dios de cielos y tierra. Pero esas mentiras no son la causa del engaño que promueven, pues la causa del mismo está en el deseo de creerles que tiene quienes les escuchan.

No hay embuste suficientemente bien urdido como para engañar a nadie que no se preste a sufrir ese engaño. Lo que sí hay es un gran deseo de oír lo que nos conviene para afianzarnos en nuestras seguridades personales, tanto si esto son apabullantes mentiras informativas como fantasiosos sueños infantiles prolongados a lo largo de la vida. Y a partir de esa voluntad de vivir en el engaño hay miles y millones de seres humanos que viven engañados, no por las mentiras que escucharon, sino por su afán de creerlas.

Afortunadamente aun hay quien conserva el sentido común y dentro mismo de la Iglesia Católica, no de la jerarquía por supuesto, hay voces sensatas que se alzan para tranquilizar a sus obispos y a quienes sufren su influencia. Tal es este otro escrito de la “Junta Directiva de la Asociación de Teólogas Españolas” que me llegó ya hace unos días por el boletín de “ecleSALia”, el cual pongo a continuación del anteriormente citado.

UN MUNDO SIN MENTIRAS ES POSIBLE, PERO HAY QUE QUERERLO.

Pepcastelló



fuente: Pepcastelló, para Kaos en la red

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